Fidel Castro
Su
ideología izquierdista le llevó a participar en actividades
revolucionarias desde muy joven, como la sublevación contra la dictadura
de Rafael Leónidas Trujillo en Santo Domingo (1947). Desde 1949 militó
en el Partido del Pueblo Cubano.
Exiliado en México,
en 1952 inició su actividad revolucionaria contra la dictadura del
general Batista, que había entregado al país en manos de los intereses
norteamericanos. Su primer intento fue el asalto al Cuartel de Moncada
en Santiago de Cuba, que se saldó con un fracaso (1953); fracaso
militar, pues el cuartel no fue tomado ni provocó la esperada
insurrección popular, pero no fracaso político, puesto que aquel acto
dio una gran popularidad a sus protagonistas, acrecentada durante el
juicio subsiguiente, en el que Castro se defendió a sí mismo y aprovechó
para pronunciar un extenso alegato político («La Historia me
absolverá»).
Fidel Castro fue condenado a 15 años de
prisión, de los que sólo cumplió dos -en la isla de Pinos- merced a un
indulto que le puso en libertad en 1955. Se exilió entonces a México,
desde donde preparó un segundo intento; pero, habiendo aprendido que su
lucha tendría pocas posibilidades de triunfar en un medio urbano, esta
vez apostó por crear una guerrilla rural, en la zona más apartada y
montañosa del país: la Sierra Maestra, en el Oriente de Cuba.
Desembarcó allí a finales de 1956 con un contingente de sólo 80 hombres (el «Grupo 26 de julio») a bordo del yate Gramma.
Dos años después, sus bases en la Sierra eran lo suficientemente
sólidas y sus efectivos lo bastante nutridos como para llevar a cabo con
éxito la ocupación de Santiago (1958). Desde allí Fidel Castro lanzó la
ofensiva final que recorrió la isla de este a oeste, hasta entrar en La
Habana en 1959, secundado por sus colaboradores Ernesto Guevara (el Che), Camilo Cienfuegos y su hermano Raúl Castro.
Fidel Castro en La Habana (1961)
Al
inicial apoyo del campesinado pobre había seguido el fin de las
reticencias del Partido Comunista, que abrió la posibilidad de encontrar
apoyo en las ciudades; la dictadura, minada por la corrupción fue
incapaz de hacer frente al movimiento popular. El triunfo militar puso a
Castro al frente del gobierno cubano, acumulando los cargos de primer
ministro y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Sin
pérdida de tiempo empezó a hacer realidad los proyectos de cambio que
habían suministrado una base social a la Revolución: el más importante
de todos, la reforma agraria, que expropiaba las grandes haciendas
extranjeras para dar medios de vida a los campesinos pobres (1959); y,
enseguida, la nacionalización de los bienes de compañías norteamericanas
en Cuba (1960).
Ese indudable contenido
nacionalista que tuvo en un principio la Revolución cubana (contra el
dominio semicolonial que ejercía Estados Unidos) se transformó dos años
después por la dinámica de enfrentamiento con el gobierno
norteamericano. Mientras Castro llamaba a una revolución general contra
el imperialismo en Latinoamérica (Primera declaración de La Habana), el
presidente Eisenhower rompía las relaciones diplomáticas con Cuba y
decretaba un embargo comercial destinado a ahogar la economía cubana y
forzar la retirada de Castro, ya que Cuba dependía casi totalmente de
sus exportaciones a Estados Unidos, fundamentalmente de azúcar (1961).
Al sucederle Kennedy no aflojó la presión, sino que se agudizó con la
organización de un desembarco de exiliados cubanos armados en la bahía
de Cochinos, que fue repelido por el ejército revolucionario (1961).
Fidel Castro
Después
de aquello, Fidel Castro proclamó el carácter marxista-leninista de la
Revolución cubana y alineó a su régimen con la política exterior de la
Unión Soviética (Segunda declaración de La Habana, 1962); al
mismo tiempo eliminó del gobierno a los políticos liberales con los que
se había aliado al llegar al poder, y unificó a los grupos políticos que
apoyaban la Revolución en un único Partido Unido de la Revolución
Socialista.
En 1962 permitió que los soviéticos
instalaran en suelo cubano rampas de lanzamiento de misiles con las que
podían alcanzarse objetivos en Estados Unidos; descubiertas por el
espionaje americano, Kennedy reaccionó con un bloqueo naval a Cuba y la
exigencia de retirada de las instalaciones: la consiguiente «crisis de
los misiles» estuvo a punto de hacer estallar una guerra nuclear entre
las dos superpotencias, que se evitó a última hora al retirar Jruschov
los misiles soviéticos a cambio de la promesa de que no habría nuevos
intentos de invadir Cuba.
En 1965 el partido cambió
su denominación por la de Partido Comunista de Cuba, del cual fue
elegido secretario general el propio Castro; en 1976 acumuló el título
de presidente del Consejo de Estado. La presión norteamericana le había
convertido en un dictador comunista más, el primero en el hemisferio
americano.
Bajo la dirección de Fidel Castro, Cuba ha obtenido
importantes logros sociales, especialmente visibles en educación y
sanidad, materias en las que llegó a constituir un modelo para los
países subdesarrollados; pero el coste político y cultural ha sido
enorme, pues ha exigido un ejercicio dictatorial del poder, con
desprecio de las libertades individuales y del pluralismo, bajo la
vigilancia continua de un Estado policial. Ha desarrollado una política
exterior muy activa, basada en la lucha contra el imperialismo,
destacando el protagonismo del propio Fidel Castro en el Movimiento de
Países No Alineados (cuya conferencia presidió en 1980) y la
intervención militar cubana en África (en apoyo de los regímenes
socialistas de Angola y Etiopía).
La economía
planificada de inspiración soviética dio algunos frutos iniciales,
racionalizando las inversiones hacia objetivos de interés colectivo y
facilitando una mejor distribución de la riqueza; pero, al igual que
había ocurrido en la propia Unión Soviética, anuló los incentivos y las
iniciativas, aisló al país de las corrientes inversoras internacionales
y, finalmente, condujo a un grave estancamiento. Cuando las dificultades
económicas de la URSS impidieron que siguiera subvencionando a la
retrasada economía cubana, ésta se hundió en una crisis sin precedentes.
No obstante, Castro rehusó introducir reformas en un sentido liberalizador, al estilo de la perestroika que
auspiciaba Gorbachov. Salvó así su régimen del hundimiento del resto de
los regímenes prosoviéticos y de la propia URSS a finales de los años
ochenta y principios de los noventa; y entró en una fase agónica de
duración imprevisible, en medio de la intensificación de las presiones
norteamericanas.
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